Capítulo 2. Duelo

Voy a empezar con una obviedad. Pero es que voy a intentar poner por escrito todos los elementos visibles en esta obra. Hay un dicho popular “La pluma es más fuerte que la espada”, atribuido a Edward Bulwer-Lytton. Pocas veces esta frase ha tenido tanto poder como en este manga. Una traslación literal de esta frase a imagen la vimos ya en el primer capítulo del anime:




En el capítulo 2 entra en juego el que será el gran rival de Light. ¿Cuál es el rival del Dios de Nietzsche, del Súper Hombre de la nueva era? Por un lado, claro está, el Dios Cristiano. Pero no el único, como veremos.

En el segundo episodio aparece el otro personaje esencial de la trama: L. Será el archienemigo de Light el resto de la historia, su perseguidor implacable.

L es un personaje del que el mundo poco o nada sabe. Permanece en la sombra, nadie sabe quién es en realidad. En este episodio se presenta como un enigma dentro de un acertijo. Nadie sabe si es hombre o mujer, joven o viejo. Nadie conoce su nombre, su ubicación, ni siquiera el rostro. L es un seudónimo, claro está. Sólo se sabe que es el mejor detective del planeta. Y a él acuden para que esclarezca quién está matando a tantos criminales a lo largo y ancho del mundo.

Ahora un inciso: “Death Note” es una creación de Tsugumi Ohba, su guionista. Pues bien. De este autor poco o nada se sabe. No se le conocen otros mangas que haya escrito antes que “Death Note”. Ni siquiera se sabe si ése es su verdadero nombre o un pseudónimo. Nadie le ha visto jamás el rostro. Sólo se sabe que escribe sus guiones sentado en cuclillas en una silla.

Exactamente igual que L.

Por tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos, que L es el alter ego de su anónimo autor, Tsugumi Ohba.

Por cierto, hay hasta quien sospecha que Ohba es, en realidad, una mujer. Pero ya digo que nadie sabe nada con certeza de esta persona.

Volvamos al relato.

En este episodio la primera frase de Light (de nuevo con la luz del sol incidiendo en su rostro) es: “De pronto le inundó una sensación de satisfacción y felicidad, al ver que su sueño por fin se había hecho realidad”.

Tras la presentación del misterioso L, por fin se hace alusión al “alias” que Light Yagami usará como “limpiador del mundo”: Kira (la traslación fonética japonesa de la palabra inglesa killer –asesino).

Y por primera vez veremos cómo gran parte del mundo empieza a creer en este asesino de masas (aunque sean masas criminales) como “El Dios del nuevo mundo” o incluso, ya más explícitamente, “El Mesías”. Un dios llamado Kira (asesino) hace que uno piense inmediatamente, de nuevo, en el planteamiento ideológico de Nietzsche.

El Súper Hombre ha llegado, ha bajado de la montaña. Y las hordas están dispuestas a adorarle. “Así son los seres humanos”, dice Light a Ryuk.

Pero lo que Light no sabe es que está a punto de conocer a su gran rival: L. El primer enfrentamiento está a la altura de las circunstancias y L consigue que Light caiga en su primera trampa, estableciendo que Kira está en Japón y en una zona muy concreta. Además, deduce la forma en que Kira puede matar. Todo ello con un elaborado e ingeniosísimo plan.

Por otro lado, que L sea la primera letra del nombre Kira (Light) tampoco será casual. Light y L son dos caras de la misma moneda. Ambos son dioses. Opuestos. Pero dioses al fin y al cabo, y por tanto –como se verá en detalle- con más cosas en común de las que ni ellos mismos pueden pensar.

La última imagen de este capítulo pone esto de manifiesto. Light y L, casi en idénticas posiciones, dirán exactamente el mismo diálogo: “Te juro que te encontraré y acabaré contigo, porque la justicia está en mi mano”. Justo la base ideológica de todas las luchas religiosas en el mundo. Los dos dioses ya se conocen, se han encontrado, van a enfrentarse y hemos presenciado el primer asalto.

Y el diablo, Ryuk, es testigo de todo ello: “Permíteme que haga de espectador de este duelo”, dice el shinigami en la última frase del capítulo en el manga.

El mundo, aún en el siglo XXI, sigue siendo campo de batalla entre religiones. Y el Diablo, sonriente, observa sin necesidad de mover un dedo.

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